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Identificación

Ensayo histórico-apologético de la literatura española contra las opiniones de algunos escritores modernos italianos, Parte I, Tomo I

Francisco Javier Lampillas; Josefa Amar y Borbón (traductora)
1782

Resumen

Francisco Javier Lampillas (1731-1810), sacerdote jesuita, marchó de España a Italia (a Ferrara y a Génova) tras la promulgación por el rey Carlos III, en 1767, de la Pragmática sanción de Su Majestad en fuerza de ley para el extrañamiento de estos reinos a los regulares de la Compañía, ocupación de sus temporalidades y prohibición de su restablecimiento en tiempo alguno, con las demás precauciones que expresa. Asentado en su nuevo destino, escribió en lengua vernácula el Saggio storico-apologetico della letteratura spagnuola contro le pregiudicate opinioni di alcuni moderni scrittori italiani, publicado en Génova, por Felice Repetto, en seis volúmenes de 1778 a 1781, que fue traducido al español por Josefa Amar y Borbón (1749-1833) con el título de Ensayo histórico-apologético de la literatura española contra las opiniones preocupadas de algunos escritores modernos italianos, impreso en la Oficina de Blas Miedes, en Zaragoza, de 1782 a 1784, con una segunda edición en 1789 que vio la luz en la Imprenta de Pedro Marín, en Madrid.

El Ensayo se divide en dos partes, la primera dedicada a la literatura antigua y, la segunda, a la moderna. A su vez, la primera parte consta de dos tomos y, la segunda, de cuatro. El autor incluye otro prólogo al comenzar la segunda parte y un «Prólogo apologético» en el tomo tercero.

La obra está compuesta por una sucesión de disertaciones en las que el autor aborda la polémica del «¿Qué se debe a España?», prestando atención a las calidades de las letras españolas y a su importante influencia en otras literaturas, sobre todo en la italiana, porque algunos críticos anteriores habían defendido la supremacía de la literatura italiana sobre el resto, acusando a los españoles de corromperla.

El Ensayo surge como reacción ante los escritos de Girolamo Tiraboschi, Saverio Bettinelli y otros eruditos, quienes desdeñaban todo arte y gusto en la literatura española. La publicación de la obra de Lampillas alimentó la polémica con varios textos del propio Lampillas y de los ya citados Tiraboschi y Bettinelli, pero también de otros como Andrés Febrés o Pietro Napoli-Signorelli.


Generalmente se anexa un último volumen que Lampillas escribió en italiano y publicó Felice Repetto en Génova en 1778 y que forma parte de esos textos de disensión nacidos al abrigo del Ensayo. Traducido igualmente por Josefa Amar y Borbón, lleva por título Respuesta del Señor Abate Don Xavier Lampillas a los cargos recopilados por el Señor Abate Tiraboschi en su Carta al Señor Abate N. N. sobre el Ensayo histórico-apologético de la Literatura Española y fue impreso en Zaragoza, en la Oficina de Blas Miedes, en 1786. Además, en este último volumen «Va añadido un Índice Alfabético de los principales Autores y Materias que comprenden los seis tomos de la Obra del Abate Lampillas, formado por la Traductora», que no está presente en la edición italiana. Precisamente Amar y Borbón, como traductora, incluye sus propios prólogos y advertencias en el primer tomo de la primera parte, en el tercero de la segunda y en el séptimo.

El prólogo del primer tomo de la primera parte señala el principal objetivo de la obra: servir de respuesta a las críticas foráneas de nuestra literatura, especialmente las provenientes de autores italianos. Lampillas incluye una pequeña disquisición acerca del género apologético, recordando que es habitual encontrar encomios y vituperios, pero asume que, si las críticas son tan ingentes como infundadas, entonces los aludidos deben escribir en defensa de la patria, y esta es una de las razones por las que Lampillas escribe su Ensayo. Lo hace, además, en italiano, y confiesa que el motivo es porque desea ser leído, aunque se disculpa por los errores que pudiera cometer. A continuación, explica en el prólogo las partes en las que se divide la obra.

Preceden al prefacio la dedicatoria y el prólogo de la traductora. La obra fue dedicada a la princesa de Asturias, María Luisa de Borbón-Parma, esposa del futuro rey Carlos IV de España. Reconoce Lampillas el interés que la soberana había mostrado en la defensa de los libros y, teniendo en cuenta de que la obra trataba sobre literatura española, recuerda el apoyo y mecenazgo de la corona española a las letras españolas. La escritora ilustrada Josefa Amar y Borbón tradujo la obra y, en su primer prólogo, incluido en el presente volumen, manifiesta su interés en que esta obra sobre literatura española estuviera en la lengua a la que se refiere y, además, indica algunos de los criterios que ha seguido para ello, entre los que destaca que no se trata de una traducción ad pedem litterae, sino que tiene en cuenta el concepto y, a partir de ahí, intenta expresarlo de manera que tenga sentido en español, respetando el estilo e intención de Lampillas lo máximo posible. Debe citarse, además, el interés de la traductora en las obras realizadas por mujeres que el jesuita catalán incluye en otros volúmenes; Amar y Borbón se preocupó por las letras femeninas en otras obras suyas.


Tras el prólogo del jesuita aparecen cuatro disertaciones que abordan distintos puntos de vista de los objetivos planteados por el mataronense. La primera disertación sirve de presentación a la obra y, tras centrarse en los dos autores que van a censurarse –Girolamo Tiraboschi y Saverio Bettinelli–, señala los orígenes de las polémicas contra España (que se remontan a las guerras con Francia y a disputas religiosas del siglo XVI), el hecho de que los españoles no censuren toda la cultura italiana y, por último, la existencia de otros autores italianos que no seguían los designios de los dos autores en los que se iba a centrar Lampillas por ser los que más éxito tuvieron, como fueron Francisco Antonio Zacarías, Ludovico Antonio Muratori, Scipione Maffei y Juan Vicente Gravina.

En la segunda disertación se centra en las letras posteriores a la época del emperador Augusto. Critica a Tiraboschi su exageración al considerar corrupta toda la literatura y, aun concediendo que ciertamente la elocuencia y la poesía entraron en decadencia, señala que tampoco sería justo apartar todas las especies de las letras. Aduce varias características que provocaron la caída de la elocuencia (cambios en la educación, en el gobierno…), el estilo de algunos autores menores y defiende la labor de los Séneca (Marco Anneo y Lucio Anneo, padre e hijo) a favor de la elocuencia. Achaca a Tiraboschi anacronismos, imprecisiones y contradicciones.


La tercera disertación se centra en las acusaciones del italiano hacia Séneca. Tiraboschi le acusa de la muerte de Agripina, madre de Nerón, aunque Lampillas, partiendo de Publio Cornelio Tácito, interpreta el silencio del filósofo de forma distinta. El italiano censura la adulación de Séneca a Nerón y a Claudio, y el catalán recuerda que los escritos elogiosos al primero de ellos se refieren al principio de su reinado, cuando no había desarrollado las crueldades posteriores. Tiraboschi también critica las supuestas riquezas del filósofo y su orgullo personal, algo que, dice Lampillas, era común a los filósofos paganos.

La cuarta y última disertación del volumen aborda la decadencia de la poesía tras la muerte de Augusto. Tiraboschi considera «reos del mal gusto» a los poetas hispanos Marco Anneo Lucano y Marco Valerio Marcial; según él, grandes corruptores de la poesía romana, alejada de los áureos modelos de Publio Virgilio Marón y Cayo Valerio Catulo. Lampillas indica que entre la muerte del primer emperador romano y los escritos de los hispanos Lucano —fundamentalmente, la Farsalia— y Marcial con sus epigramas mediaban unos cincuenta años y que, en consecuencia, el declive de la poesía romana debió empezar antes, con autores que no solo no eran españoles, sino que imitaban el estilo de Virgilio y Catulo, sin sobresalir tanto como lo hicieron Lucano y Marcial. La disertación concluye con dos apartados dedicados a los estilos de sendos poetas.

Concluye el volumen con el índice y la relación de erratas.

Descripción bibliográfica

Lampillas, Francisco Javier, Ensayo histórico-apologético de la literatura Española contra las opiniones preocupadas de algunos Escritores modernos Italianos. Disertaciones del Señor Abate Don Xavier Lampillas. Parte Primera de la literatura antigua. Tomo primero. Traducido del italiano al español por Doña Josefa Amar y Borbón, residente de la Ciudad de Zaragoza, Zaragoza: Oficina de Blas Miedes, 1782.
260 pp.; 4º. Sign. BNE 3/64549.

Ejemplares

Biblioteca Nacional de España

PID bdh0000014058

Bibliografía

Gibson, Moses Carl, Xavier Llampillas: His defense of Spanish Literature and his Contributions for Literary History, Oregon: University of Oregon, 1960.

Micione, P., Lineamenti della polemica del P. Llampillas sul concetto e sui caratteri della letteratura spagnola, Roma: Università di Roma, 1956.

Mombelli, Davide, La polémica hispano-italiana, Madrid: Verbum, 2021.

Miguel y Canuto, Juan Carlos, «Voces españolas, eco italianos: los jesuitas expulsos y la polémica sobre el teatro barroco», en Sala Valldaura, Josep Maria, ed., El teatro español del siglo XVIII, Lleida: Universitat de Lleida, 1996, T. II, pp. 625-651.

Sanhuesa Fonseca, María, «La obra de José Lampillas (1731-1810) y la defensa de la literatura y música españolas», en El mundo hispánico en el Siglo de las Luces. Actas del Coloquio Internacional Unidad y diversidad en el mundo hispánico en el siglo XVIIII, Madrid: Editorial Complutense, 1996, T. II, pp. 1193-1204.

Tietz, Manfred, «Zur Polemik um die spanische Literatur im 18. Jahrhundert, der Streit zwischen Tiraboschi, Bettinelli und Llampillas», en Schmidt, Gerhard y Manfred Tietz, eds., Stimmen der Romania. Festschrift für W. Theodor Elwert zum 70. Geburtstag, Wiesbaden: B. Heymann Verlag, 1980, pp. 429-445.

Cita

Francisco Javier Lampillas; Josefa Amar y Borbón (traductora) (1782). Ensayo histórico-apologético de la literatura española contra las opiniones de algunos escritores modernos italianos, Parte I, Tomo I, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<http://212.128.132.174/d/ensayo-historico-apologetico-de-la-literatura-espanola-contra-las-opiniones-de-algunos-escritores-modernos-italianos> Consulta: 23/11/2024].

Edición

PRÓLOGO

Las obras apologéticas no son recibidas por los bien intencionados literatos sin alguna sospecha y, a la verdad, que no es mal fundada su desconfianza a vista de tantas como se han impreso [1] de algún tiempo a esta parte [2] que, por lo común, están envenenadas con el odio, la envidia o el poco aprecio y sus autores suelen no manifestarse por dañar más a cubierto de la merecida repulsa. Este procedimiento es vil y enteramente contrario no solo a los documentos de la moral cristiana, sino también a la civilidad de gentes bien criadas, por lo que ha ido siempre aborrecido de los hombres doctos y severamente proscrito por todas las leyes.

Pero por esto no deben reprobarse indistintamente las apologías, porque, si bien se reflexiona, estas disputas literarias conducen a poner en claro la verdad [3], como nos enseña doctamente el célebre Muratori [4]. Basta que no se olviden en ellas las leyes de la urbanidad y de la buena crítica, y quien después de esto se ofendiese de una apología distinguida con estas reglas se haría agravio a sí mismo.

Instruido con estos sabios documentos dictados no menos por la buena moral que por el buen gusto, protesto escribir esta apología contra las preocupadas opiniones [5] que, en descrédito de la literatura de los españoles [6], muestran abrigar en su seno los señores abates Gerónimo Tiraboschi [7] y Javier Bettinelli [8], tan libre de odio hacia tan egregios escritores como lleno de estimación por ellos y por sus apreciabilísimas obras.

No puede quedar ofendida esta estimación y, mucho menos, la amistad de que me precio con el abate Bettinelli [9] por dedicarme a describir y refutar semejantes opiniones preocupadas; antes, haciendo justicia a su honrada índole, me atrevo a decir que están muy distantes estos escritores de la menor aversión a la nación española y que nunca querrán disputarle aquella gloria que hallaren apoyada en sólidos fundamentos y razones. De lo cual me figuro de ellos que pueden decir con Tulio: Tantum abest ut scribi contra nos nollimus, ut id etiam maxime optemus [10].


Mi intento no es otro que (a imitación de tan dignos autores que tanto honor ha solicitado a la literatura italiana) procurar yo también alguna luz a la literatura española, defendiendo a nuestros escritores de quien, preocupado contra su mérito, ha ofuscado no poco su gloria.

Sea enhorabuena una preocupación pueril el querer defender por amor a la patria cualquier autor y exaltar toda obra nacida en el país propio como si la gloria de una nación entera pudiera ser ofuscada por una tragedia algo defectuosa, por una oración menos elegante o por un soneto frío [11]. Del mismo modo es defecto el querer hallar todas las bellas prendas en el país nativo hasta tumultuar y conmover la más noble conversación si alguno se opone o duda que sea tal su privilegiada patria cual se pretende pintar [12]. Pero cuando se ofende a la nación entera, cuando se quiere hacer creer universal la ignorancia o la barbarie, cuando se esparce por fuerza del clima el depravado gusto en las ciencias, en este caso ninguno tema ser tachado de parcial o preocupado si toma la pluma en defensa de la patria [13] y antes sería digno de reprensión quien no se atreviera a oponerse a semejantes preocupaciones, dando nueva fuerza con el silencio a la opinión poco ventajosa de la literatura de su país.

Esta defensa de la patria, empleo honroso del honesto ciudadano, empeñó ya a escribir sobre esta materia a dos eruditos españoles, el abate Juan Andrés [14] y el abate Tomás Serrano [15], después de los cuales se podría considerar como inútil mi fatiga si estos literatos hubieran escrito con la extensión que suministra el argumento y de que era capaz su notoria erudición. Empero habiéndose contentado con limitar sus apologías a dos cartas [16], dejando por consiguiente intactas muchas de las preocupaciones antiespañolas esparcidas en diversos lugares de las obras de estos autores modernos, puedo esperar con bastante fundamento el no hacer un vano servicio a la patria con esta obra mía, tal cual fuere respecto de que he puesto particular estudio en disipar con sólidas razones cuantas opiniones preocupadas he llegado a descubrir con el más atento examen de las expresadas apreciables obras.

Por tanto, el designio de mi trabajo no es el dar un catálogo de los escritores españoles, mucho menos el formar la historia literaria de España —obra que tienen entre manos dos eruditísimos españoles [17], quienes nos han dado ya prueba segura de su crítica y discernimiento en los cuatro primeros tomos publicados, en que apenas han llegado al siglo de Augusto, lo que se debe atribuir a las curiosas investigaciones que han creído necesario hacer en orden a la literatura y cultura de los españoles en los tiempos más remotos—, a lo que únicamente aspiramos es a defender a nuestra España de aquellas preocupaciones en cuya virtud es creída de muchos enemiga del buen gusto y corruptora de la literatura.


Atendido que estos escritores modernos italianos no menos injurian la literatura antigua española que la moderna, dividiremos esta historia en dos partes. En esta primera impugnaremos lo perteneciente a la literatura antigua, limitándonos a aquellas épocas y escritores contra quienes hallaremos preocupados a estos escritores y esforzándonos a mostrar que no solamente no fue la nación española la que corrompió el buen gusto de la literatura antigua italiana, sino que, por el contrario, a ninguna de las naciones extranjeras excepto la griega debieron tanto las letras antiguas romanas cuanto a la española.

En la segunda parte trataremos bajo las mismas reglas de la literatura moderna, esto es, desde el siglo quince hasta nuestros tiempos, dando una breve idea de la literatura española del siglo dieciocho para que se vea que es tan falsa e injusta como injuriosa al buen nombre de España la voz que corre entre los italianos a consecuencia de lo que nos asegura el abate Francisco Antonio Zacarías, y es «que aquella ilustre nación, que en el siglo dieciséis dio tantos hombres doctos e inmortales en todo género de ciencias, se comunica graciosa y liberalmente el día de hoy hasta el moscovita, ella yace sepultada en una tenebrosa noche» [18].

Ahora bien, si el haber escrito el marqués Maffei con el deseo de animar a los italianos a «que las imprentas de Italia, desterrados los mejores estudios, se están entreteniendo de cien años a esta parte con la bella Margarita» [19], inflamó de tal suerte el celo del doctor Bianchini [20], que creyó necesario publicar una apología por las imprentas de Italia [21], no deben maravillarse los señores italianos de que a nombre de nuestra nación nos dolamos de un agravio tan manifiesto como nos hacen con una idea tan injuriosa de nuestra literatura ni de que creamos necesario también nosotros el publicar la apología, no ya pretendiendo que la España, como quiere el doctor Bianchini de la Italia, «haya sido y sea actualmente madre y maestra de todas las demás naciones en la verdadera y sólida inteligencia en toda especie de literatura» [22], sino solamente que no estuvo en los siglos pasados ni menos en el nuestro iluminado «sepultada en una horrible y tenebrosa noche» [23].


También me prometo de la honrada índole de los literatos de Italia una benigna compasión por aquellos errores en que incurriré fácilmente en el idioma italiano, mas si alguno demasiado severo quisiere decirme lo que en otro tiempo dijo Catón a Albino, Quis te perpulit ut id committeres quod prius quam faceres peteres ut ignosceretur? [24], respondo haberme determinado a hacer esto aunque a costa de mayor fatiga por haber visto que las preocupaciones antiespañolas van propagándose entre mucho aun de los que se deleitan poco en el latín, de los cuales escribió ya el elegantísimo español, el padre Gerónimo Lagomarsini: latinam linguam tamquam aetate iam grandi effoetam anum, turpem, rugosam, edentulam, deliram, aversantur, respuunt, derident, exsibilant, insectantur [25]. Igualmente, me ha obligado la moda que predomina no poco aún en los estudios literarios, y en estos tiempos no es de moda escribir en latín, por esto el abate Bettinelli, hablando de cierta obra latina [26], dice en boca de Horacio: «quien ha de leerla en un siglo tal en que es preciso traducir los latinos para que sean leídos» [27].  Por consiguiente, yo, que deseo ser leído, escribo en italiano, si ya no bien, a lo menos de modo que pueda ser entendido, lisonjeándome tanto de la justicia de la causa que no desespero vencerla aunque me halle privado de aquella fuerza que podría dar a mis razones la singular elegancia que, con justa razón, se admira en los escritos de los contrarios y que, en vano, se buscaría en la obra italiana de un español después de tan pocos años de morada en Italia [28]. Pero, si no tuviere la suerte de merecer la compasión que solicito, a lo menos no podrán negarme, aun los mismos que no juzgaren dignas de su aprobación mis fatigas, la gloria de haber sabido sacrificar al amor de la patria mi mismo honor; y el disgusto que tendré en no haber conseguido el ser buen apologista quedará bastantemente recompensado con la satisfacción de darme a conocer por buen patriota.

  1. La publicación de la primera edición de la Poética de Ignacio de Luzán, en 1737, supuso el inicio de la vasta polémica sobre el teatro que inundó las prensas de los dos últimos tercios del siglo XVIII. En un relativamente breve lapso de tiempo se concentran una serie de tratados, cartas, apología o críticas —tanto españolas como extranjeras— que abordan el proceso de renovación de las letras españolas para converger con las ideas ilustradas. Casi de modo cooperativo se fue fraguando la poética neoclásica española a partir de la de Luzán, que se convierte en base y modelo y que ya se sirvió de autoridades clásicas como Aristóteles y Horacio, de comentaristas como Francisco Cascales o José Antonio González de Salas y de plumas de la contemporaneidad del autor como Ludovico Antonio Muratori. La ciencia literaria estaba en proceso de construcción y eso llevó a los teóricos españoles a leer a autores extranjeros con el fin de saber qué juicios emitían sobre la literatura española y, así, poder resolver una apología a favor de las letras patrias (Urzainqui, Inmaculada, «Poética teatral: presencia y prestigio de los críticos extranjeros», en Lafarga, Francisco, ed., El teatro europeo en la España del siglo XVIII, Lleida: Universitat de Lleida, 1997, pp. 22-24). Con el paso del tiempo y la aparición de los caracteres vehementes de ciertos escritores algunas críticas fueron dirigidas a intelectuales solo por el mero hecho de ser quienes eran, como sucedió en alguna ocasión con Vicente García de la Huerta (López Martín, Ismael, «La pervivencia de un canon neoclásico heredado: Lope de Vega a la luz del Theatro Hespañol de Vicente García de la Huerta», en Cañas Murillo, Jesús, Miguel Ángel Lama y José Roso Díaz, eds., Vicente García de la Huerta y su obra (1734-1787), Madrid: Visor Libros, 2015, p. 330).
  2. (Nota del autor) Hablando el abate Francisco Zacarías de la obra del abate de Artigny, que tiene por título Historia escandalosa de los literatos, añade: «Si en algún tiempo quisiera nuestro autor continuar su historia podremos suministrarle materia para llenar muchos tomos con solo las disputas que se han excitado en Italia en este siglo. Es preciso decir que son inmensos los caudales de las injurias literarias, supuesto que después de tanto uso como se hace de ellas se encuentran continuamente nuevas en todo país, en todo idioma y en toda materia» (Zaccaria, Francesco Antonio, «Articolo XV. §v. Storia letteraria», en Saggio critico della corrente letteratura straniera, T. I, parte I,  Módena: Remondini, 1756, p. 212, n. 32).
    (Nota del editor) Francesco Antonio Zaccaria (1714-1795) fue un jesuita veneciano, profesor universitario y miembro de varias academias que escribió numerosos tratados sobre diferentes temas: historia de la Iglesia, liturgia, teología, escritos de polémica o historia de la literatura, entre otras materias. Algunas de sus obras más relevantes son los catorce volúmenes de una Storia della letteratura d’Italia (1748-1755) a modo de periódico en el que reseñaba los últimos libros que aparecían (continuada con los Annali letterari d’Italia (1762-1764) en tres volúmenes), el Saggio critico della corrente letteratura straniera (1756-1758) en tres tomos, un compendio de textos teológicos publicados en trece tomos con el título de Thesaurus theologicus (1762-1763), la Storia polemica del celibato sacro (1774), la Storia polemica delle proibizioni de libri (1777), una edición en seis tomos de la Istoria del Concilio di Trento (1792-1797) del cardenal Pietro Sforza Pallavicino y la Raccolta di dissertazioni di storia ecclesiastica (1792-1797) en veintidós tomos, una obra cuya publicación terminó póstuma. Por su parte, el abad Antoine Gachet d’Artigny (1706-1768) fue un clérigo francés que se dedicó al estudio y a la publicación de obras que contenían observaciones bibliográficas. De su producción merecen ser citadas la Relation de ce qui s’est passé dans une assemblée tenue au bas du Parnasse pour la reforme des belles lettres (1739) y las Nouveaux mémoires d’histoire, de critique et de littérature (1749-1756) en siete tomos, siendo el último un suplemento a los anteriores; es en el tomo segundo (de 1749) en el que se incluye el «Article XLI. Chronique Scandaleuse des Sçavans» (pp. 154-188) que cita Zaccaria y dos continuaciones a la misma: «Article XLII. Suite de la Chronique Scandaleuse des Sçavans» (pp. 188-240) y «Article XLIII. Suite de la Chronique Scandaleuse des Sçavans» (pp. 240-278).
  3. Lampillas defiende el valor de las apologías y de las polémicas literarias como mecanismos para construir un saber cooperativo que haga avanzar la ciencia. Aunque es trasladado a la literatura y a otras ciencias, el origen de la apologética lo tenemos en los textos de la Iglesia católica del siglo II al V, escritos en los que se defendía la doctrina católica frente a las acusaciones de diferentes grupos y confesiones. Los textos apologéticos se construyen sobre una base argumentativa que ha de refutar los argumentos contrarios y defender los propios con razones convincentes, y todo ello en un contexto histórico y con la finalidad de delimitar —en el caso que nos ocupa— una literatura nacional. La influencia de la retórica clásica en la conformación de los textos apologéticos es fundamental, desde la confutatio de ideas contrarias y la confirmatio de las que se defiende, dentro de esa parte del discurso que es la argumentatio, hasta las características del genus demonstrativum o epidicticum, uno de los tres géneros de la elocuencia. No deben olvidarse aspectos marginales que interesarían a este respecto y que formarían parte de la sofística y, de un modo más tangencial, de la literatura encomiástica o celebrativa.
  4. (Nota del autor) Pritanio, Lamindo [Muratori, Ludovico Antonio], Delle riflessioni sopra il Buon Gusto nelle Scienze e nelle Arti, parte i, Venecia: Nicolò Pezzana, 1723, p. 135. (Nota del editor) Ludovico Antonio Muratori (1672-1750) fue uno de los intelectuales más importantes de la Italia del siglo XVIII. Con una amplia formación académica adquirida de la mano de los jesuitas (orden en la que ingresó), Muratori escribió importantes obras sobre historia, literatura, artes y religión que influyeron en el pensamiento ilustrado europeo. Algunas de sus obras más celebradas son Della perfetta poesia italiana (1706) en dos tomos, las Riflessioni sopra il Buon Gusto intorno le Scienze e le Arti (1708), los veinticinco tomos en veintiocho volúmenes de los Rerum Italicarum Scriptores (1723-1751) con el último volumen publicado póstumamente —una colección que tiene dos continuaciones en forma de segunda y tercera serie a lo largo de los siglos XX y XXI y continúa publicándose en la actualidad—, los Annali d’Italia dal principio dell’era volgare fino all’anno 1749 (1744-1749) en doce tomos —que comenzó siendo un proyecto que tendría como fecha de terminus ante quem el año 1500, al que se llegó en el tomo noveno— y Della regolata devozione de’ cristiani (1747).
  5. La preocupación tan extendida en la época y que se aborda en este texto consistía en esa moda afrancesada que había aterrizado en España en el siglo XVIII y que llevaba a ciertos personajes a fiarse únicamente de las apariencias de las cosas, sin prestar la menor atención a la esencia o naturaleza de ellas. Se escribieron obras que criticaban dicha costumbre, no exenta de predicamento entre aquellos que renegaban de las costumbres y letras patrias, como la tonadilla El sistema de los preocupados, compuesta por Blas de Laserna en 1786 (López Martín, Ismael, «El costumbrismo en la tonadilla escénica del siglo XVIII: El sistema de los preocupados, de Blas de Laserna», Cuadernos de Estudios del Siglo XVIII, 31 (2021), en prensa).
  6. Las ricas diatribas sobre el teatro y su licitud no fueron las únicas disensiones literarias del momento. Una de las más interesantes es la polémica acerca de la utilidad y calidad de la literatura española, fuertemente criticada desde algunas potencias europeas, especialmente francesas, en el marco histórico de los procesos de reafirmación de las identidades nacionales. En 1738, Louis-Adrien Du Perron de Castera publicó en París los Extraits de plusieurs pièces du théâtre espagnol, avec des réflexions et la traduction des en­droits le plus remarquables, una obra en la que manifestaba la incompetencia de los españoles para escribir tragedias y criticaba a Lope de Vega que conociera los preceptos y los situara en un nivel subsidiario a los gustos del público. Algunas afirmaciones de Du Perron fueron negadas por Blas Antonio de Nasarre y Férriz, una voz absolutamente autorizada y respetada en la época. Se trata de una de las primeras reacciones de intelectuales españoles frente a las duras críticas que desde Europa se vertían sobre la literatura y cultura nacionales, y lo hizo en su Disertación o Prólogo sobre las comedias de España (1749), que abre el primer tomo de su edición de las Comedias y entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra, el autor del Don Quixote, divididas en dos tomos. Por su parte, Agustín de Montiano y Luyando publicó su Discurso sobre las tragedias es­pañolas en 1750 y su Discurso II sobre las tragedias españolas en 1753, en el que también respondió a Du Perron negando que en España no se hubieran escrito tragedias al modo clásico. Años después, en 1782, Nicolas Masson de Morvilliers escribió el artículo «Espagne» para el primer volumen de la Encyclopédie méthodique ou par ordre des matières. Géographie moderne y dio forma definitiva al título de la controversia («¿Qué se debe a España?»). Quizás a partir de ese momento comenzó Vicente García de la Huerta la redacción del Prólogo del Colector de su Theatro Hespañol, que vio la luz en 1785. No debe perderse de vista que los textos de Nasarre, de Montiano y aun de García de la Huerta se adscriben a una corriente de necesidad de defender las letras patrias españolas frente a las duras —y, a veces, injustificadas— críticas ex­tranjeras.
  7. El jesuita Girolamo Tiraboschi (1731-1794) fue bibliotecario del duque de Módena, don Francisco III de Este (1698-1780), y escribió varias obras sobre literatura y otras disciplinas, aunque destaca su aportación a la polémica del «¿Qué se debe a España?» con la publicación de la Storia della letteratura italiana en trece volúmenes de 1772 a 1782 y algunas misivas intercambiadas con Lampillas a propósito del Ensayo, como la Lettera dell’abate Girolamo Tiraboschi, Bibliotecario del Serenissimo Duca di Modena, al Signor Abate N. N. Intorno al Saggio Storico-Apologetico della Letteratura Spagnuola dell’Ab. D. Saverio Lampillas, impresa en Módena, por la Società tipográfica, en 1778. Debe advertirse que Lampillas utilizó el pseudónimo N. N. en dicha carta (Rogers, P. P. y F. A. Lapuente, Diccionario de pseudónimos literarios españoles, con algunas iniciales, Madrid: Gredos, 1977, p. 321).
  8. Saverio Bettinelli (1718-1808), igualmente sacerdote de la Compañía de Jesús, fue un autor italiano de obras de creación, especialmente conocido, sin embargo, por su labor como crítico literario. Expuso sus ideas sobre poética y buen gusto en sus Dieci lettere di Publio Virgilio Marone scritte dagli Elisi allArcadia di Roma sopra gli abusi introdotti nella poesia italiana y Dodici lettere inglesi sopra vari argomenti e sopra la letteratura italiana. Criticó la literatura española y polemizó con el padre Lampillas a través de escritos como Al Sig. Abate Lampillas sopra il primo tomo della seconda parte del Saggio Storico Apologetico della Letteratura Spagnuola ec. stampato nel 1779, publicado en 1780 por la Società tipográfica en Módena en el tomo XIX de la Continuazione del Nuovo Giornale de’Letterati d’Italia.
  9. (Nota del autor) La estimación que hago de este excelente poeta me estimuló a vencer la dificultad de tentar la poesía italiana en este soneto que le envié con ocasión de la bellísima composición en que, bajo el nombre de Diodoro Délfico, celebró el matrimonio de S. E. la marquesa Teresa Valenti Gonzaga, mantuana, con el marqués Jacobo Filipo Durazzo, genovés:
    L’ombra di Maro, che del Mincio in riva
    armi, ed amor cantò, duci, e pastorio,
    là negli Elisi sotto folti allori
    parlar i vati di Diodoro udiva.
    Quand’ecco messaggier da Manto arriba
    pregando il vate che la patria onori
    cantando di una sposa i casti amori,
    ma piu che mai con boca onesta e viva,
    a me la cetra, disse che pendea
    vicina al Mincio d’una Quercia ombrosa
    mas sente che Diodor tolta l’avea.
    Se la mia cetra è in man tanto famosa,
    disse, per me su la pendice Ascrea
    chi la cetra rapi canti la sposa.
  10. (Nota del autor) Cicerón, Marco Tulio, Tusculanarum Quaestionum Libri V. Ex nova recensione Ernestiana adiunctis lectioanibus Gruterianis, libro II, Halle: Orphanotrophei, 1775, p. 59. (Nota del editor) Aunque no sabemos exactamente qué edición utilizó Lampillas se ha decidido citar la antedicha por haberse publicado en fecha cercana a la del Ensayo. Años antes vieron la luz otros testimonios que tuvieron una notable difusión, como el contenido en el volumen cuarto de las Opera, quae supersunt, omnia, compiladas por varios autores e impreso por los hermanos Rudolf y Gerard Wetstein en Ámsterdam en 1724 (que fue titulado como Tusculanorum Disputationum, una de las variantes del título de esta obra ciceroniana) o varias ediciones del texto con comentarios de Johann David Hahn. La traducción de la cita latina sería «me hallo tan lejos de no querer que se escriba en mi contra, que incluso es lo que más deseo» (Cicerón, Marco Tulio, Disputaciones tusculanas, Alberto Medina González, trad., Madrid: Gredos, 2005. pp. 208-209).
  11. Esta opinión de que algunas obras españolas que no siguen los cánones neoclásicos no es la tónica general de toda la literatura nacional fue adelantada por Nasarre: «No negaremos que son justas las notas y reprehensiones que se ponen a estas comedias, pero negaremos que estas comedias, por más aplaudidas que hayan sido del vulgo, sean la que la nación tenga por buenas» (Nasarre, Blas, Disertación o Prólogo sobre las comedias de España, Cañas Murillo, Jesús, ed., Cáceres: Universidad de Extremadura, 1992, p. 59).
  12. Lampillas se propone una crítica literaria lo más objetiva posible, huyendo tanto de críticas infundadas y generalizadas como de elogios chovinistas. Sin embargo, en su Ensayo también ahonda en la crítica a otras naciones, por ejemplo en «Mr. Freron, en su Año Literario de 1772, declama contra la inmundicia de las calles de Madrid, ignorando que hacía siete u ocho años que estaban más limpias y aseadas que las de París» (Lampillas, Francisco Javier, Ensayo histórico-apologético de la literatura española contra las opiniones preocupadas de algunos escritores modernos italianos, T. I, segunda edición corregida, Madrid: Imprenta de Pedro Marín, 1789, p. 24), en «Lo mismo sucedió puntualmente en la restauración de las letras en Italia en el siglo XV. Pasados muchos siglos de ignorancia y de literatura rústica y bárbara hicieron esperar un nuevo día a las bellas letras los tres célebres italianos Dante, Boccaccio y Petrarca, pero la luz esparcida por ellos sobre los estudios amenos fue como una luz efímera que desapareció casi al momento que se dejó ver» (Lampillas, Francisco Javier, Ensayo histórico-apologético…, segunda edición corregida, Madrid: Imprenta de Pedro Marín, 1789, III, p. 86) y en «Con todo lo que he dicho sobre el trabajo que aplicaron los griegos y los príncipes españoles en el restablecimiento de la literatura en Italia no pretendo oscurecer el mérito de tantos doctísimos italianos que contribuyeron mucho por su parte para acabar de destruir la dominante barbarie; mi intento es que sirva para manifestar que aquel esclarecido título de maestra del mundo entero solo puede tener cabida después de la sincera confesión de haber sido primero Italia discípula de los extranjeros» (Lampillas, Francisco Javier, Ensayo histórico-apologético…, segunda edición corregida, Madrid: Imprenta de Pedro Marín, 1789, III, p. 94).
  13. Lampillas reconoce en su Ensayo que se ve compelido sentimentalmente a defender a España de tantos ataques injustos: «Confieso que hallándome estimulado del debido y tierno afecto por mi nación (el cual no es razón disimular) reconocí dichos libros [de Tiraboschi] hoja por hoja con la esperanza de ver colocados en ellos, en el alto lugar que merecen, tantos héroes literatos que viniendo de España a Italia resplandecieron en esta singularmente» (Lampillas, Francisco Javier, Ensayo histórico-apologético…, segunda edición corregida, Madrid: Imprenta de Pedro Marín, 1789, IV, p. 6).
  14. El sacerdote jesuita Juan Andrés y Morell (1740-1817) fue un eminente erudito y científico español que publicó obras de varias disciplinas. Su producción se sitúa en la génesis de la literatura comparada y en el marco de la Escuela Universalista Española. De entre sus textos son especialmente relevantes las Cartas familiares del abate D. Juan Andrés a su hermano D. Carlos Andrés, que engloba varios libros de viajes a distintos territorios y fueron publicados en diferentes años, el Prospectus philosophiae universae publicae disputationi propositeae in Templo Ferrarensis (1773) y, sobre todo, el Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, publicada por primera vez en italiano, en siete volúmenes, entre 1782 y 1799, una obra que contiene una historia de la literatura y de la ciencia universales.
  15. También a la Compañía perteneció Tomás Serrano y Pérez (1715-1784), quien publicó varias obras de contenido religioso, celebrativo, filosófico, numismático, histórico y literario. Forma parte de ese grupo de polemistas que defendía las aportaciones de los autores españoles a la buena literatura.
  16. Se refiere a los siguientes textos: Andrés, Juan, «Della Letteratura Spagnuola; lettera del Ch. Signor Ab. Giovanni Andres al Compilatore dell’Ape», L’Ape. Scelta d’opuscoli letterari e morali estratti per lo più da fogli periodici oltramontani, año I, núm. 9, 28 de abril, Florencia: Domenico Ciardetti, 1804, pp. 439-448 y núm. 10, 26 de mayo, 1804, pp. 514-528 y Serrano, T., Thomae Serrani Valentini, super judicio Hieronymi Tiraboschii, de M. Valerio Martiale, L. Annaeo Seneca, M. Annaeo Lucano, et aliis argenteae aetatis Hispanis ad Clementinum Vannetium, epistolae duae, Ferrara: José Rinaldo, 1776.
  17. (Nota del autor) Los P. P. Rafael y Pedro Rodríguez Mohedano. (Nota del editor) Rodríguez Mohedano, R. y P. Rodríguez Mohedano, Historia literaria de España desde su primera población hasta nuestros días, Madrid: Imprenta de Antonio Pérez de Soto [T. I]/Imprenta de Francisco Javier García [TT. II-III]/Imprenta de Joaquín Ibarra [T. IV-IX]/Imprenta de la Viuda de Ibarra [T. X], 1766-1791. Rafael (1725-1787) y Pedro (1722-1773) Rodríguez Mohedano, miembros de la comunidad franciscana, dieron a la estampa diez tomos (el segundo con dos volúmenes) de este magno proyecto, que quedó inconcluso. El primer tomo, sin embargo, gozó de varias ediciones. Los contenidos de la obra trascienden las meras historia o hermenéutica literarias, pues incluyen amplias valoraciones y excursos que hicieron que la obra no continuara más allá de Marco Anneo Lucano y su Farsalia (s. I d. C.). Como se ve, estos eruditos se centraron en autores que habían nacido dentro de los límites geográficos de la España del momento, aunque evidentemente ni existiera tal España, ni el español ni una literatura propia. No obstante, esta monumental empresa es digna de elogio y ha de tenerse en cuenta en el marco de las polémicas de la época en la que se circunscribe en Ensayo de Lampillas. Los propios hermanos Mohedano defendieron su magna obra en textos como la Apología del Tomo V de la Historia literaria de España, con dos cartas sobre el mismo asunto, que sirven de Introducción, publicada en Madrid por Joaquín Ibarra en 1779, a la que siguieron cartas, elogios y vituperios como los siguientes: Porras de Machuca, Gil [López de Ayala, Ignacio], Carta crítica del Bachiller Gil Porras de Machuca a los RR. PP. Mohedanos sobre la Historia literaria que publican, Madrid: Imprenta Real de la Gazeta, 1781; Suárez de Toledo, José [Banqueri, José Antonio], Defensa de la historia literaria de España, y de los RR. PP. Mohedanos, contra las injustas acusaciones del Bachiller Gil Porras Machuca, Madrid: Joaquín Ibarra, 1783 y Rajas y Peñalosa, Fulgencio de [López de Ayala, Ignacio], Carta misiva del Doct. Fulgencio de Rajas y Peñalosa. A Don Joseph Suarez de Toledo y Compañía sobre la Defensa de la Historia literaria que han publicado contra el Bachiller Gil Porras, Madrid: Isidoro de Hernández Pacheco, 1784.
  18. (Nota del autor) Zaccaria, Francesco Antonio, «Articolo IX. §ii. Scienze naturali», en Saggio critico della corrente letteratura straniera, Módena: Remondini, 1756, T. I, parte I, p. 116.
  19. (Nota del autor) Maffei, Scipione (1719). Dell’antica condizion di Verona, Venecia: Sebastián Coleti, 1719, p. 48. (Nota del editor) El marqués Scipione Maffei (1675-1755) fue un erudito y político veronés que escribió varias obras sobre historia, teología o diplomática, entre otros. Fue autor, asimismo, de algunas piezas teatrales.
  20. Giuseppe Bianchini (1704-1764) fue un sacerdote erudito que estudió historia y arqueología, aunque destacó por la publicación de obras de contenido religioso y litúrgico, como el Evangeliarium quadruplex Latinae versionis antiquae seu veteris Italicae (1749).
  21. (Nota del autor) Bianchini, Giuseppe, Apologia per le stampe d’Italia, en Calogerà, Angelo, Raccolta d’opuscoli scientifici e filologici, T. II, Venecia: Cristoforo Zane, 1729, pp. 89-173. (Nota del editor) El prefacio del tomo está dedicado al ya citado marqués Maffei. Lampillas cita al sacerdote benedictino camaldulense Angelo Calogerà (1699-1768) como autor de la Raccolta d’opuscoli scientifici e filologici, y en efecto este erudito y poeta dirigió la Raccolta…, publicada en cincuenta tomos entre 1728 y 1754 (además del quincuagésimo primero, que contiene los índices de todos los tomos de la colección y que vio la luz en 1757), pero también los catorce primeros (1755-1766) de la Nuova raccolta d’opuscoli scientifici e filologici; los demás tomos de la Nuova raccolta… (del decimoquinto al cuadragésimo segundo), impresos de 1767 a 1787, fueron dirigidos por Fortunato Mandelli (1728-1797), religioso integrante de la misma orden que Calogerà.
  22. Bianchini, Giuseppe, Apologia per le stampe d’Italia. En Calogerà, Angelo. Raccolta d’opuscoli scientifici e filologici, Venecia: Cristoforo Zane, 1729, II, p. 92.
  23. Zaccaria, Francesco Antonio, «Articolo IX. §ii. Scienze naturali», en Saggio critico della corrente letteratura straniera, Módena: Remondini, 1756, T. I, parte I, p. 116.
  24. (Nota del autor) Gelio, Aulo, Noctis Atticae, lib. XI, cap. VIII, Lyon: Antonio Grifo, 1591, p. 338. (Nota del editor) En este caso tampoco sabemos qué edición exacta manejó Lampillas, pero la que citamos fue una de las que más difusión tuvo. La traducción del fragmento es la siguiente: «Te pido […] que me digas quién te obligó a ti a cometer una falta que, antes de cometerla, pides que te perdone» (Gelio, Aulo, Noches áticas, Santiago López Moreda, ed., Madrid: Akal, 2009, p. 439).
  25. (Nota del autor) Lagomarsini, Jerónimo, Oratio pro lingua latina, en Calogerà, Angelo, Raccolta d’opuscoli scientifici e filologici, T. XVI, Venecia: Cristoforo Zane, 1738, pp. 30-31. (Nota del editor) Una traducción aproximada de la sentencia sería: «la lengua latina es ya apartada como una anciana débil, fea, arrugada, desdentada, delirante; la rechazan, ridiculizan, desprecian; es censurada». Jerónimo Lagomarsini (1698-1773), jesuita maestro de latinidad, publicó y también dejó inéditos trabajos en aras a conseguir la edición crítica completa de las obras de Cicerón.
  26. El Orlando furioso de Ludovico Ariosto, obra de comienzos del siglo XVI.
  27. (Nota del autor) Bettinelli, Saverio, Lettera quinta. A’ legislatori della nuova Arcadia P. Virgilio, salute, en Versi sciolti di tre eccelenti moderni autori con alcuni lettere all’Arcadia di Roma, parte I, Milán: Giuseppe Marelli, 1758, p. 57.
  28. El autor expresa su deseo de escribir en lengua vernácula por facilitar tanto la lectura como la difusión de su obra, aunque también pide disculpas previas mediante una captatio benvolentiae por los errores que pudiera cometer en un idioma que no era su lengua materna.