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Identificación

Desengaño al Theatro español, respuesta al romance liso, y llano, y defensa del Pensador

Nicolás Fernández de Moratín
1762

Resumen

El Desengaño al theatro español, publicado en tres partes, es uno de los textos en los que Nicolás Fernández de Moratín, uno de los teóricos y escritores más importantes de la llamada «primera generación neoclásica», o «generación arandiana», expuso sus ideas poéticas e historiográficas según los principios clasicistas. Su publicación se produce en fechas cercanas a la impresión de La Petrimetra, comedia del mimo autor, en la que ofreció una aplicación práctica de la poética clasicista, según un seguimiento estricto de las tres unidades de composición. Por otra parte, con los tres Desengaños contribuyó a las polémicas literarias del momento, en un contexto de eclosión de publicaciones periódicas: una incipiente prensa teatral que sirvió de fundamentación de la nueva poética erudita.

Los tres discursos del Desengaño se encuadran en la polémica que suscitó la cuestión de la licitud del teatro barroco. Comenzó la polémica con los discursos publicados por José Clavijo y Fajardo en el diario El Pensador, en los que arremetía contra la irregularidad, inmoralidad, impropiedad e impiedad del teatro español del siglo anterior. Moratín se sumó a esta polémica para defender los mismos postulados que exponía Clavijo, así como para contradecir a quienes, tras las publicaciones en El Pensador, habían acudido en defensa de ese teatro: en concreto, a Antonio Bazo y su Romance liso, y llano, respuesta al Pensador, sobre la impugnacion, que ha hecho del theatro español con motivo de estarse representado en el coliseo del Príncipe la comedia intitulada La jura de Artajerjes, publicado en 1762, escrito como reacción al número 9 de El Pensador. Bazo, que había refundido las piezas originales de Metastasio Adriano in Siria (1732) y Artajerje (1730), refutaba con su texto la posición de Clavijo contraria a la dramaturgia española del siglo XVII, así como defendía la adaptación de la ópera italiana que había llevado a los coliseos.

Desde un primer momento, Moratín se compromete con «la verdad» en su discurso. Adopta una postura aparentemente objetiva al declarar que no conoce a ninguno de los participantes en la polémica y que solo le guía la razón natural, su conocimiento de la teoría dramática y la necesidad que tiene la nación de verse representada en un teatro perfeccionado. Sostiene así el principio clasicista del orden natural que regula toda composición dramática y por el que se gradúa su propiedad y calidad: solo la observación puede determinar cómo la realidad, ordenada y bien dispuesta, ha de ser llevada a escena, y este es el fundamento de preceptistas como Aristóteles, «mero observador de las reglas, que inventó la misma naturaleza».


Para Moratín, la perfección de la obra dramática resulta de un equilibrio entre su calidad poética y su necesaria condición de engaño al espectador. Si, por el contrario, se basa más que en la pretensión de verosimilitud e imitación de la naturaleza, en el aparato escénico, todo se ve comprometido por la ignorancia del poeta que, al intensificar en exceso la inverosimilitud de la pieza, rompe con la sensación de ilusión dramática en el espectador. Un estilo ridículo con metáforas extravagantes y una ruptura total de las unidades de lugar y tiempo, no son sino señales de total ausencia de calidad poética.

Estos defectos los localiza en la comedia en cuestión, La jura de Artajerjes: su tremendismo, su efectismo, la acumulación de lances y su irregularidad en la mezcla de lo cómico con lo trágico son desórdenes vituperables. Desarreglos que no provienen de la obra de Metastasio, indudablemente trágica a juicio de Moratín, sino de su adaptador, Bazo. Una tendencia que es propia de los «comediantes, [...] poetastros, o versificadores saineteros y entremeseros, que andan siempre agregados a las compañías» (p. 8). Hacia ellos se dirige el lamento de Moratín, quien se queja de que son quienes juzgan qué se ha de representar, a pesar de su incapacidad poética. De hecho, los acusa de impedir que se representase su comedia La Petimetra, solo por estar arreglada (a). Pero también carga contra cómicos y escenógrafos que se valen de mil invenciones (p. 9) para disimular la futilidad de las comedias que representan.

Asimismo, en este Desengaño repite otro de los silogismos que expuso en el prefacio a La Petimetra sobre el gusto que ha de despertar necesariamente en el público toda comedia arreglada: si la naturaleza es una obra divina y perfecta, y el arte imita la naturaleza, entonces una obra de arte arreglada según naturaleza ha de ser perfecta y, por tanto, no puede menos de agradar (p. 8). Por consiguiente, el teatro español barroco, con su estilo sobrecargado y su acumulación de escenarios e incidentes, es digno de rechazo. Lope, primer corrompedor del teatro (p. 10) por su máxima de darle gusto al vulgo contenida en el Arte nuevo (que Moratín usa para sostener su crítica), es acusado de contrario a la patria, por ser el culpable de la degeneración de su poesía, menospreciando la racionalidad natural del pueblo. Lope fue en exceso fecundo en su escritura, con el único fin de ser más reconocido que los clásicos; del mismo modo, el ingenio de Calderón es impropio del estilo cómico por inverosímil y desarreglado. Más aún, el mayor fallo del teatro calderoniano reside en su inmoralidad: tanto más perniciosa puesto que «después del púlpito, que es la cátedra del Espíritu Santo, no hay escuela para enseñarnos más a propósito que el teatro» (p. 12). El teatro tradicional español es, a juicio de Moratín, un escaparate de conductas deshonrosas e indecorosas, y refuerza su crítica en la decidida oposición de otros tantos moralistas y eclesiásticos y en la cita de algunas piezas (No puede ser guardar una mujer, El galán sin dama, El ofensor de sí mismo).

Es un teatro, en suma, inadmisible para el catolicismo. La propuesta de Moratín pasa por su reforma escénica y poética para su mejora moral, lo que eleva a cuestión de estado, pues la católica monarquía española no puede permitir que el pueblo se instruya con tan perniciosos ejemplos, ni mucho menos quedar rezagada frente a otras naciones europeas más civilizadas en el arte dramática. Propuesta que comparte con Clavijo y Fajardo, y que confía en que algún día se lleve a cabo para ver reinstaurada la poética clásica en España.

  • De hecho, este Desengaño se vende junto con La Petimetra en el puesto de Castillo, Gradas de San Phelipe, y frente de dichas Gradas, según se indica en el pie de imprenta (p. 16).

 

 

Descripción bibliográfica

Fernández de Moratín, Nicolás, Desengaño al theatro español, respuesta al romance liso, y llano, y defensa del Pensador. Su author Don Nicolás Fernández de Moratín, Criado de la Reyna Madre Nuestra Señora, Academico de los Arcades de Roma, [Madrid: s. i.], [1762].
16 pp.; 8º. Sign.: BNE T/22422.

Ejemplares

Biblioteca Nacional de España

PID bdh0000092057

Bibliografía

Fernández de Moratín, Nicolás, Desengaño al Theatro Español: Respuesta al romance liso y llano, y defensa del Pensador, Oviedo: Pentalfa, 1989.

Fernández de Moratín, Nicolás, La petimetra. Desengaños al teatro español. Sátiras, edición de Miguel Ángel Lama Hernández y David T. Gies, Madrid: Castalia, 1996.

Rodríguez Sánchez de León, María José, La crítica ante el teatro barroco español (siglos XVII-XIX), Salamanca: Almar, 2000, pp. 99-105.

Cita

Nicolás Fernández de Moratín (1762). Desengaño al Theatro español, respuesta al romance liso, y llano, y defensa del Pensador, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<http://212.128.132.174/d/desengano-al-theatro-espanol-respuesta-al-romance-liso-y-llano-y-defensa-del-pensador> Consulta: 23/11/2024].