Las Obras en prosa escritas a varios asuntos son cinco discursos en los que Francisco Nieto de Molina, crítico y poeta gaditano, contribuye tardíamente a la polémica suscitada por la publicación de las Comedias y entremeses de Cervantes en 1749, editadas por Blas Nasarre (a), quien las acompañó con su Disertación o prólogo sobre las comedias en España: un texto en el que atacaba duramente las comedias de Lope y Calderón, acusándolos de ser los principales corruptores del teatro español y culpables de que no se introdujese convenientemente la poética clásica en la escena patria. La Disertación provocó la reacción furibunda de los más acérrimos defensores del teatro de Lope y Calderón (b), bajo criterios nacionalistas que se presentaban como poéticos.
El segundo de los discursos tiene carácter joco-serio, el tercero cuyo título reza «Verdades, que parecen disparates. Crítica contra los escritos, y escritores de este tiempo» es igualmente un crítica entre burlesca y mordaz, como el discurso IV, «El azote crítico por don Gil Batuecas, natural sencillo, hijo de su padre, conocido en su casa, escritor de este papel» y el último «En defensa del papel que dio a luz don Antonio Rezano».
Nieto comienza su primer discurso aplicando el recurso de la falsa modestia, presentándose como ingenio de menor categoría frente al autor del Discurso: pugna, eso sí, en la que partiría con ventaja, pues su rival es ya «trofeo de la Parca» (efectivamente, Nasarre falleció diecisiete años antes), de no ser porque sus opiniones, de «mucha acritud y ningún fundamento», han sido continuadas por sus apasionados en los que aún perdura el juicio negativo sobre el teatro antiguo español.
Entrando ya en el Discurso, parte de una refutación de la idea principal de Nasarre: que Cervantes compuso conscientemente comedias de mala calidad para así ridiculizar al mal teatro que escribían sus contrarios. Es esta una contradicción lógica de Nasarre («Paréceme demasiada avilantez pretender adivinar lo que Cervantes no quiso destruir», p. 1) que, según Nieto de Molina, denota inquina y falta de rigurosidad a la hora de especificar la consiguiente crítica solo al teatro de Lope y Calderón (a quienes Cervantes no menciona en el prólogo a sus comedias), y no al de sus coetáneos. Señala igualmente que esta interpretación no está fundamentada en el propio testimonio de Cervantes, por lo que no se puede inferir de forma tan tajante como hace Nasarre que tales comedias se escribieron con intención paródica. Por el contrario, Nieto de Molina remite a Juan Pérez de Montalbán, García Coronel, Cristóbal de Salazar Mardones, Francisco Pacheco, José Pellicer y Tobar, Felipe Godínez, José de Valdivieso, el conde de Mora, Vicente Mariner, Serafín de Freitas y el propio Cervantes y sus elogios a Lope para reivindicar la obra de este poeta, quien «llenó el orbe de elegantísimos poemas, levantó con cada escrito una estatua a su inmortalidad, confundió a los poetas y lució Sol solo, como el Sol entre los más brillantes planetas» (p. 6) y cuya fama internacional es bien reconocida.
A Lope, y no a Cervantes, le atribuye la reducción del número de jornadas en el drama a tres, frente a las cuatro o cinco de las obras antiguas: sigue así la tesis de Montalbán, y la afianza con la lectura del Arte nuevo, donde Lope justifica esta alternativa de composición. De este modo, Nieto de Molina defiende el papel de Lope como renovador del teatro, siendo necedad (en velada alusión a los eruditos neoclásicos) el sostener que ignoraría la reforma que se estaba produciendo en la escena de su tiempo (p. 15): aunque el Fénix atribuye a Virués la reducción a tres jornadas, para Nieto de Molina sería Lope el verdadero «inventor» de esta novedad, puesto que gracias a él se afianzó como uso común en el teatro español.
A continuación, empieza a refutar los defectos que Nasarre localizó en las comedias de Lope. En primer lugar, remite al prólogo que escribió Cervantes a su edición de sus comedias y entremeses para insistir en que él mismo consideraba buenas tales obras, lo que invalida su interpretación como sátira consciente. Cita también un pasaje de El gallardo español para sostener que, en realidad, las comedias de Cervantes son de estilo ínfimo, adaptadas a las rusticidades que prefiere el vulgo. Por el contrario, el Arte nuevo vuelve a servir como justificación de que Lope también regularizó el estilo de los personajes de la comedia, para que hablasen con la propiedad debida al suceso representado y a su propia condición. Por tanto, solo Lope cumple con el precepto clásico de que la comedia sea espejo de costumbres y una viva imagen de la verdad, retrato de virtudes y vicios. Ello no quita que Lope cometiese errores, pero es algo de lo que fue consciente y que responde a su propia concepción del arte dramático, tal y como afirma en el Arte nuevo: de este modo, tales imperfecciones no son para Nieto de Molina un motivo justificado para repudiar como corrupta la obra de Lope (c), sino muestras de su cultura, y de cómo desecha algunas lecciones clásicas para, por el contrario, amoldarse al gusto del público, que es quien sostiene el teatro como actividad. La obra de Lope queda así como ejemplo incuestionable de verosimilitud, decoro, ingenio, versificación sobresaliente, propiedad y utilidad moral; y se recopilan numerosas alabanzas de otros doctos y eruditos coetáneos a él, tanto españoles como extranjeros, como criterios de autoridad para legitimar su superioridad como poeta español.
- [Nasarre, Blas], Comedias y entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra, el autor del Don Quixote, divididas en dos tomos, con una dissertacion, o prologo, sobre las Comedias de España, Madrid: Antonio Marín, 1749. 2 vols.
- Es este el caso de Ignacio de Loyola y Oyanguren, bajo el seudónimo de Tomás de Erauso y Zabaleta, en su Discurso crítico sobre el origen, calidad y estado presente de las comedias en España.
- Sobre la irregularidad temporal, incide en que es consustancial a la tradición teatral: «[…] conténtese [el crítico ceñudo] con que ve mucho en poco tiempo y, si aún no le satisficiese, no sea tan necio que concurra a comprar por su dinero un disgusto». La propuesta escenográfica de Barufaldi para lograr técnicamente la unidad de lugar, y que propuso Luzán en su Poética, le parece innecesaria a Nieto de Molina, puesto que el propio argumento de la obra y las entradas y salidas de cómicos son recursos suficientes para marcar el cambio de localización, y no la mutación de escenario.