Antoine Sabatier, conocido como el abate Sabatier de Castres (1742-1817), fue un relevante hombre de Letras francés cuyas obras más representativas fueron el Dictionnaire de littérature dans lequel on traite de tout ce qui a rapport à l'Eloquence, à la Poësie et au Belles-Lettres (Paris: Vincent, 1770) y Le trois siècles de nottre littérature, que se editó en tres volúmenes entre 1772 y 1774. Siendo, en realidad, la primera de sus obras un tratado de Retórica y Poética alfabéticamente organizado, Le trois siècles complementa desde el punto de visto histórico sus anteriores reflexiones teóricas.
Muy aferrado a sus convicciones religiosas y a su sentido de los principios del arte, publicó esta historia literaria dispuesta alfabéticamente con la intención de mostrar la relevancia que para la nación francesa tenía, según su particular criterio y opinión, los autores que, a lo largo de la historia literaria, merecían un reconocimiento público por su sentido del arte y del buen gusto.
Para Sabatier de Castres era necesario, más que nunca, restaurar aquellos valores poéticos que habían convertido a Francia en una nación admirable en la República de las Letras. El estado presente de la literatura le parece que ha degenerado y que la decadencia de la literatura nacional solo podrá frenarse si se criticaba con justicia y se enseñaba a los lectores, por una parte, los principios de la Elocuencia y la Poesía y, por otra, cuáles habían sido las obras clave de la literatura patria. Su beligerante actitud queda expresada al comienzo del «Prefacio» donde afirma:
A un siglo de genio, de razón, de grandeza y de gloria han sucedido tiempos de frivolidad, de fe maltrecha, de aturdimiento, de absurdo. El teatro de la literatura está invadido por tres tipos de enemigos que lo degradan: una filosofía tiránica e inconsistente sofoca o corrompe los gérmenes del talento, el falso gusto aniquila los verdaderos principios y una ciega facilidad para admirar completa el destierro de la emulación y desalentar el mérito. Los espíritus están divididos, los sentimientos son arbitrarios, las reglas son despreciadas, las jerarquías son confusas, los grandes maestros son insultados; el saber es poco valorado, la mediocridad es bienvenida e incluso celebrada, y la audacia ha suplido al genio. Uno ve allí casi a cada momento producciones bizarras, éxitos monstruosos, reputaciones usurpadas, etc. sin que algunos escritores sean incapaces de ceder a este torrente el buen gusto y la razón estarían sin discípulos, como sin apoyo (pp. i-ii).
El espíritu filosófico del siglo, mal entendido por muchos, había acabado, según Sabatier de Castres, por desacreditar el verdadero mérito literario, dejando a los autores más acreditados en una posición de desventaja respecto de los que contaban en su tiempo con el beneplácito de cualquiera que se dejara seducir sin reflexionar, analizar o comprender los verdaderos méritos de una obra literaria. Además, la sociedad de su tiempo carece de valores morales lo cual ha dejado paso a la filosofía corrosiva que ignora el talento:
Entre los escritores contra los que nos alzamos, distinguiremos especialmente a los llamados filósofos de nuestro siglo. [...] Los espíritus que solo juzgan por impulsos ajenos, que solo estiman sus propias palabras, que se dejan llevar por la multitud, los han considerado hasta ahora como luminarias, genios y benefactores; nosotros, que los hemos leído, conocido y estudiado a fondo, los ponemos en su lugar, y sabemos retirar los trofeos que la inconsideración y la sorpresa habían erigido en su honor, discutiendo por igual sus talentos y sus principios; no dejamos oportunidad de hacer sentir la mediocridad de unos, la falsedad y el peligro de otros (p. v).
Su motivación, por tanto, es el amor a la religión, la patria, las letras y el gusto, sobre todo cuando esta se muestra en los autores franceses olvidados a los que trata de honrar en su tratado. No obstante, señala que excluirá a los que están vivos, aunque, como sucede en el segundo volumen estos sí aparecen reseñados y marcados con un *.
Ha de consignarse que en las siguientes ediciones de la obra, muy valorada en Francia aunque también polémica, el título varía y es sustituido por Les trois siécles de la littérature françoise.
En el caso español, cabe recordar que esta obra inspiró la Década epistolar sobre el estado de las letras en Francia del Duque de Almodóvar.