Mayans dedica este segundo volumen a abordar la última de las partes de la división retórica tradicional, la actio/pronunciatio (o, como afirma el autor, el «decir agraciado»), correspondiente al Libro IV, y los «razonamientos distintos de la oración persuasiva», que ocupan el Libro V.
En el primero de estos volúmenes Mayans se propone aportar una nueva luz a esta operación retórica, que define como «el decir agraciado, por el cual se entiende la debida conformidad de la voz y de los movimientos del cuerpo, según la variedad de las cosas de que se trata, y de los afectos del ánimo que tiene el que habla, o los que desea manejar» (II, p. 392). Divide Mayans dicho decir agraciado, además, en dos partes, pronunciación y acción: «La pronunciación pertenece al oído; la acción, a la vista; y por estos dos sentidos se introduce la persuasión en el ánimo, y se moderan sus pasiones» (II, p. 392). En cuanto a la memoria, y aquí sí en contra de los preceptos clásicos, el autor no la considera una parte entera y diferenciada del proceso retórico. La considera una potencia del alma, y por tanto un proceso ajeno, aunque fuertemente complementario, de la técnica retórica. A pesar de ello, Mayans ofrece una definición de ella («un fácil percebimiento de las disposición de las cosas y palabras fielmente renovadas en el ánimo» (p. 394) y le dedica por entero el segundo capítulo del libro.
En el Libro V, último de la obra, Mayans se encarga de los citados razonamientos distintos de la oración persuasiva, en los que de nuevo se adhiere de forma fiel a la tradición retórica clásica. El autor cita el entendimiento (en el que son partes fundamentales el ingenio y la memoria), el arte, el estudio y el ejercicio (que en su conjunto suponen prácticas de formación del rétor consistentes en escuchar y leer a otros rétores, en traducir sus obras y en escribir tratando de emular sus estilos), la corrección de los textos propios y el pulimiento, en donde se podrán añadir adornos verbales. En este volumen, y guiado por el ya mencionado afán de totalidad, Mayans realiza una suerte de arqueología de la necesidad retórica, que implicarían una «pregunta», derivada del deseo de saber, una «respuesta» y una «conversación» que se genera como consecuencia de ellas. Cuando este intercambio verbal se hace por medios escritos por la imposibilidad de un encuentro presencial de ambos interlocutores, Mayans menciona las «cartas mensajeras» y los «diálogos», que cuentan con la función suplementaria de hacer llegar a futuros lectores los frutos de tales correspondencias.