Gregorio Mayans i Siscar (1699-1781) nació en Oliva (Valencia) en el seno de una familia aristocrática. Estudió en el Real Seminario de Nobles de Cordellas (Barcelona), y posteriormente cursaría Filosofía en la Universidad de Valencia y Derecho en la de Salamanca. El 1722 se doctoró en Valencia, donde ejerció como catedrático de Código Justiniano hasta 1733, cuando obtuvo el cargo de bibliotecario del rey. En 1739 regresaría a su ciudad natal con el proyecto de crear la Academia Valenciana, pero las enemistades que se había granjeado durante sus seis años en la capital terminaron por malograr el proyecto. En 1766, tras una larga época dedicada al estudio y a la escritura, obtuvo el cargo de alcalde honorario de Casa y Corte, que reconocía su labor de estudio. Dedicó los últimos años de su vida a trabajar junto a su hermano, el también erudito Juan Antonio Mayans. Falleció en Valencia en 1781.
Mayans es considerado junto al padre Feijoo una de las grandes figuras de la primera Ilustración española. Sus obras versaron en su mayoría en torno a temas relacionados con la lengua, la cultura y la literatura españolas, si bien también escribió sobre la mala situación política que atravesaba el país. Destacan sus reediciones de obras clave de humanistas españoles como las Reglas de ortografía de Antonio de Nebrija, la Opera omnia de Luis Vives y el libro homónimo de Sánchez de las Brozas. También fue el primero en elaborar una investigación biográfica sobre el autor de El Quijote con su Vida de Miguel de Cervantes Saavedra. Cabe destacar sus aportaciones a la lingüística con obras como sus Orígenes de la lengua española, su Tractatus de hispana progenie o, en un ámbito distinto, su Gramática de la lengua latina.
Su obra Rhetorica (1757), que consta de dos volúmenes, supone un repaso minucioso y erudito a la historia de esta disciplina desde la antigüedad. La obra cuenta con un prólogo dedicado a Juan Thomás de Boxadors, general de los Padres Dominicos, con el que Mayans mantuvo correspondencia. En dicho texto introductorio, y más allá de los halagos de rigor, el autor realiza una serie de reflexiones de cierto calado sobre la correspondencia entre la instrucción física y la espiritual (que la retórica favorece), o la correspondencia entre el surgimiento y la pujanza de retórica y democracia. En este sentido, escribe una reflexión particularmente clarividente sobre esta vinculación, y él explicaría además el ocaso retórico de siglos al que suelen apuntar los manuales de historia de la materia: «Trasladada a los príncipes la autoridad del pueblo, el arte de persuadir pasó a ser solamente el de agradar» (I, p. 15).
Esta estructura apunta a una de la críticas que históricamente se le han hecho a la obra, como es su carácter de mero compendio histórico sobre la materia. Menéndez Pelayo llevó incluso a afirmar a este respecto que la obra «no da un paso adelante ni tiene una sola idea original»(a). El polígrafo santanderino también incidió sobre otro reproche común a este libro, su aridez erudita, esto es, su excesivo detenimiento en estados de la cuestión y en circunstancias históricas de la Retórica y la Oratoria que, inevitablemente, se sitúan más allá del interés del lector común.
Si bien es cierto que el afán totalizador de Mayans, presente también en otras obras, está quizá demasiado latente en su Retórica, no es menos cierto que en esta circunstancia se encuentra también una de las grandes virtudes de la obra. Así, por ejemplo, la profusión de ejemplos da oportunidad de advertir ciertos problemas lingüísticos de la expresión castellana de la época, difíciles de encontrar en otros textos. Y, por otro lado, la orientación general de la obra supone una apuesta por la revitalización de la tradición retórica latino-española, que en ese siglo había sido en buena medida dejada de lado a favor de los modelos franceses e italianos.
Mayans optó por dividir su obra en cinco libros (los tres primeros contenidos en el primer volumen y los restantes en el segundo), que se corresponden con la división tradicional de la Retórica: invención (Libro I), disposición (Libro II), elocución (Libro III) y acción-pronunciación (Libro IV). La memoria no es considerada por el autor una facultad de la técnica retórica, sino una «potencia del alma» (Mayans, 1757, T. II: 394), por lo que tan solo le reserva un capítulo en el cuarto volumen. Por último, el Libro V, titulado «Razonamientos distintos de la oración persuasiva», está dedicado a facultades complementarias a las propiamente técnicas (entendimiento, estudio, corrección, pulimiento, etc.) que también ha de dominar el rétor.
En el primer libro Mayans se ocupa de la inventio, que define como «un descubrimiento de lo que está oculto […] la acción con la que el entendimiento busca pensamientos, argumentos, afectos y maneras de decir convenientes para formar una oración persuasiva» (Mayans, 1757: 22). La considera un elemento propio de la Retórica, separada de la Dialéctica, y enfoca su descripción no en términos de los géneros retóricos clásicos (judicial, deliberativo y epidíctico), sino como algo propio de todo tipo de discurso persuasivo, lo que incluiría formas discursivas como los natalicios o los discursos lamentatorios o de amonestación.
El Libro II da cuenta de la dispositio, de la que se da una definición en plena concordancia con los modelos tradicionales: «La colocación de las partes de la oración, ordenadas según conviene para persuadir. [...] Estas partes a lo más pueden ser seis, exordio, narración, proposición, confirmación, rechazamiento, y peroración; de las cuales la primera, que es el exordio, sirve para conciliar la voluntad; la última, que es la peroración, para moverla; y las otras cuatro, para enseñar lo que conviene persuadir» (p. 271). Ahora bien, en este punto, la mayor novedad que aporta la obra de Mayans tiene que ver con una cierta teorización (o al menos prototeorización) de la idea de ficción. El polígrafo valenciano distingue en primer lugar entre «narración verdadera», que identifica con el discurso retórico, y «narración fingida», relacionada con el de tipo literario (p. 286). Y caracteriza estas últimas como el relato «de cosas que no sucedieron, pero fueron posibles; o de cosas que ni sucedieron, ni fueron posibles» (Mayans, 1757: 302), lo que pone sus ideas en relación directa no solo con la mimesis aristotélica, sino con algunas de las teorías de la ficción moderna de tipo semántico.
Las ideas de Mayans sobre la elocutio, presentes en el Libro III, también siguen fielmente los preceptos clásicos grecolatinos. Definida como «un modo perfecto de explicar los pensamientos con palabras, o un buen acomodamiento de las palabras proporcionadas para decir las cosas y las sentencias inventadas» (Mayans, 1757: 1), el autor distingue sus atributos deseables (elegancia, claridad, dignidad y composición) y recuerda la teoría de los tropos y la doctrina de los estilos (magnífico, sublime, mediano y bajo). El mayor interés de esta parte de la obra, sin embargo, estriba en la rica ejemplificación de las distintas figuras retóricas que hace por medio de ejemplos de literatura española, que una vez más da cuenta de la vasta erudición del autor en este campo.
- Menéndez Pelayo, Marcelino, Historia de las ideas estéticas en España, 1883-1889, T. III, p. 265.