A finales de marzo de 1806, tan solo ocho meses después de la publicación del Anti-Quijote, salió de las prensas de Gabriel de Sancha una respuesta al tratado del Setabiense a cargo del cervantista Juan Antonio Pellicer. Si bien el Examen crítico del primer tomo del Anti-Quijote supone el primer intento sistematizado de rebatir los argumentos aducidos por Nicolas Pérez en contra de la novela cervantina, muchos de los puntos que desarrolla Pellicer en su respuesta ya habían sido discutidos en casi medio centenar de cartas publicadas en el Diario de Madrid, el Memorial literario y otros periódicos.
El Examen de Pellicer parte de una de las acusaciones que con más frecuencia pueden leerse en las misivas publicadas en la prensa, a saber, que el Anti-Quijote es un plagio de los trabajos de Gregorio Mayans, Vicente de los Ríos e, incluso, de los del propio Pellicer. El cervantista aragonés desarrolla esta premisa y aduce pruebas que demuestran que los yerros y descuidos cervantinos que Nicolás Pérez se preciaba de haber descubierto ya habían sido ampliamente discutidos por sus antecesores.
El último tercio del Examen crítico lo ocupa una invectiva contra José Luis Munárriz, primer traductor de Hugh Blair al castellano y autor de un examen crítico del estilo de Cervantes. Si bien Nicolás Pérez citaba a Munárriz como una autoridad en la «Advertencia al lector» que precede al Anti-Quijote, Pellicer trivializa sus observaciones contra el estilo cervantino demostrando que no tienen ningún fundamento gramatical ni sintáctico.
Pellicer concluye su análisis con una «Protesta» en la que aclara que con su tratado no pretende deprimir el mérito personal de Nicolás Pérez, al que, finalmente, le concede su perdón.