En 1805 el clérigo valenciano Nicolás Pérez, apodado «el Setabiense», dio a la imprenta El Anti-Quijote, una relación de las muchas equivocaciones en que había incurrido Miguel de Cervantes durante la redacción de su novela más célebre. El propósito del texto, primero y último de los seis tomos originalmente prometidos, es el de cuestionar la validez del Quijote como modelo literario, denunciando, para menoscabo de Cervantes, las inexactitudes en la cronología y geografía del relato, así como la deficiente caracterización de los personajes.
En primer lugar, el Setabiense se detiene en los anacronismos del Quijote; anacronismos que no solo imputa a Cervantes, sino también a sus comentaristas. Así pues, le resulta difícil creer que Cervantes hallase la historia del Quijote escrita en letras góticas, pues Alonso Quijano vivió en la segunda mitad del siglo XVI, un momento en que la escritura visigótica había caído en desuso. Este anacronismo le sirve, asimismo, para desacreditar a Mayans, quien suponía que el Quijote había vivido en los primeros siglos del cristianismo. En lo que respecta a la geografía, Nicolás Pérez se limitará a transcribir el plan cronológico que elaboró Vicente de los Ríos para la edición de la Real Academia de la Lengua Española de 1780, y a suscribir los mismos yerros geográficos a los que ya se refería el coronel en su análisis de la novela cervantina.
Por otro lado, los muchos nombres con que Cervantes se refiere a la mujer de Sancho Panza, así como la inconsistente caracterización del escudero, le harán preferir el Quijote de Avellaneda al original, reconociendo que, aunque este es inferior a aquel en el estilo, es más coherente y verosímil. Esta defensa a la continuación de Avellaneda acerca el análisis del Setabiense a los trabajos en contra de Cervantes de Blas Nasarre y Agustín Montiano, a quienes no duda en citar.
Nicolás Pérez concluye su análisis prometiendo una continuación que jamás vería la luz. Apenas un año después, en 1806, Juan Antonio Pellicer publicó un Examen crítico del tomo primero del Anti-Quixote en el que pone en evidencia al Setabiense por hacer pasar por original lo que no era sino un plagio de los trabajos de Mayans, De los Ríos y del propio Pellicer, quienes ya habían glosado en sus respectivos análisis las equivocaciones cervantinas.