Esta Disertación fue leída por Juan Andrés en la Academia de Ciencia y Buenas Letras de Mantua. Se publicó por vez primera el año 1779 en Ferrara en lengua italiana. La tradujo al español su hermano Carlos y se imprime en 1783 y por segunda vez en 1788. En este discurso Juan Andrés expresa su preocupación ante el hecho de que las ciencias no hubieran avanzado tanto en su tiempo como se vanagloriaban los científicos modernos. Las razones que justifican su intranquilidad son expuestas a lo largo de la Disertación comenzando por lo que juzga la causa principal. Consiste esta en la idea muy extendida en su tiempo de que es preferible poseer un conocimiento general antes que un conocimiento especializado. La erudición universal constituye, por tanto, el mayor enemigo de la ciencia, pues se prioriza lo genérico y lo elemental en detrimento del saber profundo. En Europa se ha extendido lo que denomina «el mal del hombre sabio», que se corresponde con el sujeto que carece de una sólida erudición propia de los auténticos hombres doctos. Defiende así el saber del «erudito profundo» frente a otras categorías de lectores superficiales. La segunda causa que enuncia es el abandono de la lectura de los libros antiguos y, por consiguiente, la ignoracia de cuál fue su modelo de conocimiento. En tercer lugar menciona el abandono de los sistemas y de las hipótesis, explicando la diferencia entre observación y experiencia.
El Discurso plantea una metodología propia de los estudios literario-filológicos basada en la lectura reflexiva, el conveniente conocimiento y uso de la bibliografía, la lectura de los grandes autores y de quienes los interpretaron a lo largo de la historia, el análisis erudito y fundamentado y la relación de comparación entre los escritos.