El tercer y último volumen del tratado de Bardou Duhamel comienza con una recapitulación de lo que se debe saber para bien juzgar. Y, al igual que los anteriores, se divide en secciones. La primera parte se dedica a la elocuencia y dentro de ella hay un apartado específico sobre las novelas. De acuerdo con lo expuesto por Charles Porée en 1736 en un discurso titulado De libri qui vulgo dicuntur romanses oratio considera que las novelas no sirven nada más que para corromper la moral pública tal y como se verificará en la represión de los años 1738 y 1739.
El genéro novelesco constituye una especie dentro de la poesía y la considera sucesora de la épica (p. 8). Afirma que en su tiempo se consideran novelas los libros que narran historias falsas y amorosas en las que se presentan amores imaginarios que enternecen los corazones. Y, como su mentor, defiende que arriunan las Bellas Letras y destruyen las costumbres y la sociedad civil. Desarrolla este asunto de forma más detenida en los epígrafes siguientes, pero repitiendo incansablemente los mismos argumentos. Ejemplifica sus argumentos con la traducción del texto latino.
La segunda sección conecta con los volúmenes anteriores y enseña a valorar los discursos en función de la ejecución de los planes. La sección tercera se dedica a la poesía, de la que antes había excluido a la novela. Toma como ejemplo para el aprendizaje de sus discípulos la Atalía de Racine, las sátiras y odas de Horacio y las fábulas de La Fontaine.
La sección cuarta, mucho más breve, versa sobre la Historia y la quinta a la Filosofía.
El último de los asuntos que trata y que compone la sexta sección sirve para aconsejar qué libros leer y en qué orden. Entiende que el gusto por la lectura se adquiere comenzando por la Historia, empezando por la sagrada y continuando con la profana. Después recomienda las gramáticas y diccionarios para un mejor dominio de la lengua francesa y, en último lugar, la Lógica para comprender y organizar con coherencia el discurso literario.
En resumen, los tres volúmenes del tratado conforman una teoría del discurso cuyo objetivo principal consiste en enseñar cómo deben de construirse y qué principios deben exigirse en ellos. Los escritores y los lectores habrán de confluir en su concepción y percepción de la obra literaria para adoptar conjuntamente una única perspectiva dirigida en esencia a trasladar de los fundamentos de la retórica sagrada a la composición y explicación literarias.