Reseña crítica de la primera parte de la comedia La espigadera de Ramón de la Cruz Cano y Olmedilla (1731-1794). Fue representada por la Compañía de Manuel Martínez en el Teatro del Príncipe entre los días 29 y 31 de octubre.
Se trata de una versión de la comedia Les moissonneurs de Charles Simon Favart (1710-1792) que se estrenó en el Teatro de la comedia italiana en 1768. En España se representó por vez primera en 1778 (Andioc y Coulon, 1996, II, p. 714).
Descripción bibliográfica
«Teatros. La Espigadera: Comedia representada por la compañía de Martínez», Memorial Literario, 1786, T. IX, núm. XXXIV, octubre, pp. 259-262.
144 pp.., Sign.: BNE. Hemeroteca digital
Andioc, René y Mireille Coulon, Cartelera teatral madrileña del siglo XVIII (1708-1808), Toulouse: Presses Universitaires du Mirail, 1996, T. I., p. 397.
La acción de esta comedia es Benita, pobre y honesta, perseguida de D. Jacinto, rico joven seductor, y el premio de haber triunfado su honestidad de la seducción es hallar su colocación con un hombre lleno de bondad y riquezas, y colmado de felicidad.
La trama está bien dispuesta, la solución es natural, las unidades bien medidas y de magnitud regular; bien repartidas las escenas y los actos; los episodios propios, arreglados y conexos. Entre ellos son graciosos por su naturalidad los de las mozas cuando hablan a Marcelo o al Amo, y cuentan a este la historia de Benita y de su madre. Son llenos de bondad, la comida que el Amo tiene con los segadores, el vino que da al tío Marcos, las espigas que manda dejen caer los segadores para la espigadera, el cubrir esta con su pañuelo al Amo porque no le ofendan los insectos, etc., aunque esto no pareció a algunos muy verosímil en la cortedad y vergonzoso encogimiento de Benita.
Las costumbres y caracteres son muy propios y sostenidos, pintando con bastante exactitud la prudencia y caridad de D. Diego, la modestia de Benita, la gravedad y educación de Matilde, la inconstancia y pasión del joven D. Jacinto, el genio regañón pero bueno del tío Marcelo, la sencillez del tío Marcos y los segadores y aquel carácter entre astuto y envidioso de las mozas.
Las sentencias y expresiones en boca de D. Diego son cuerdas y sabias; en la boca de Matilde, llenas de conformidad; en boca de Benita, sencillas; en la del seductor, traidoras y falsas. En fin, es una de las comedias en que todo el público halló la instrucción unida a la diversión en el ramo que pertenece a estos dramas de costumbres aldeanas como lo manifestó el aplauso y gusto con que se vio la primera vez esta comedia, y aun después en varias representaciones que ha tenido.
No obstante, en cuanto a la representación, han hallado alguna diferencia no solo en los personajes o actores, sino en la decoración y modo de vestir, recordando siempre la primera representación.
Aunque el fondo de esta comedia es de la francesa de Mr. Favart, intitulada Les Moisonneurs o segadores, representada en el Teatro de los Italianos en 1762, sin embargo acertó el poeta a acomodarla bien a nuestro teatro y a sustituir las arietas y tonadas propias y de nuestro gusto, concurriendo a este la dulce música con que se la adornó. Entre todas las tonadas fue celebrada la que cantaba Tomasa a la fuente: «Del trabajo fatigada, etc».