Santos Díez González (c. 1743-1804), teólogo, preceptista y censor de comedias, ocupó en 1791 la cátedra de Poética de los Reales estudios y redacta estas Instituciones poéticas precisamente para los alumnos de este centro. El origen de esta obra se encuentra en las Instituciones filosóficas del padre François Jacquier, obra en seis tomos de cuya traducción se ocupó (1787-1788), y en las Institutiones poeticae (1718) de Joseph de Jouvancy, texto sobre el que Díez González introduce a su criterio modificaciones tomadas de los tratados de Batteux y Blair entre otros.
Entiende que si bien los tratados de poética existentes en su tiempo son buenos, resultan demasiado complejos para que puedan acceder a ellos los jóvenes estudiantes. Pretende, como con claridad señala, enseñar a sus discípulos a entender la naturaleza y esencia de cada uno de los géneros literarios, a discernir la «buena o mala forma, naturaleza y abusos de cada una» (p. vi-vii). Asimismo defiende que la finalidad de su tratado ha de ser conseguir la formación de los jóvenes para que puedan diferenciar por sí mismos entre las obras que se ajustan a los principios del arte y aquellas otras que los ignoran. De ahí la inclusión de un capítulo en defensa de la poesía, traducción del escrito en 1706 por el abate Guillaume Massieu (1665-1722) y publicado en 1717 (a). Argumenta en favor de este escrito y del capítulo dedicado a la Mitología, que ambos convienen «para leer con inteligencia los poetas» (p. vii).
La «Defensa de la poesía» supone un alegato en favor de la misma. Massieu aseguraba que quienes se oponen a ella lo hacen por los efectos dañinos que causa al entendimiento: el primero, que acostumbra a lo fabuloso; el segundo, que le hace fruslero y afeminado y, en tercer lugar, que le infunde fastidio y aversión a los estudios serios y útiles (pp. xiii-xiv). Para contradecirles, Massieu explica que el valor de lo fabuloso es que constituye un camino hacía la verdad utilizando como medio lo alegórico, según también sucede en las Sagradas Escrituras. A ello añade que los maestros en el arte de pensar alaban la poesía, pues enseña a expresarse con la debida corrección. Admite que la poesía es una distracción pero eso no impide el acercamiento a las demás ciencias y disciplinas. Finalmente en favor de la poesía el abate francés alega que, desde sus orígenes, es un instrumento para enseñar las verdades de la fe, la moral, la política y las costumbres.
Las Instituciones poéticas están compuestas por seis libros. El primero se dedica a la Poesía en general; el segundo, a la epopeya, donde destaca el epígrafe dedicado a la mujer; el tercero se ocupa de la poesía dramática en general y el cuarto de la tragedia, donde se incluye una poética sobre la tragedia urbana, y algunas reflexiones sobre las zarzuelas y de las óperas; el quinto libro atiende a los poemas menores, desde la sátira, la égloga, la elegía, el epigrama, la parodia, las odas y otras clases de composiciones breves y el libro sexto que constituye una «Historia poética» entendida como una breve historia de la mitología.
- Memorias de la Academia de Inscripciones y Bellas Letras de París, II, 1717.