En el volumen segundo de esta primera edición comienza en el capítulo X donde Lord Kames explica la diferencia entre los términos de congruencia y propiedad aplicados a la crítica y su importancia en la misma. Prosigue comentando el sentido que en la valoración de las artes tienen la dignidad y la maldad pues, en su opinión, es imprescondible averiguar lo que estos conceptos significan para poder clasificar las artes según la dignidad o los sentimientos que, de acuerdo con ella, son capaces de suscitar (p. 27). Pero si importante es diferenciar de acuerdo con la dignidad la relevancia de las obras de arte, del mismo modo es necesario conocer en qué consiste el ridículo.
El tema le parece de gran interés para hacer el uso que en cada caso conviene. Comienza así diferenciando entre el ridículo y lo burlesco, así como realiazando algunas precisiones sobre las nociones de humor, la ironía y la parodia, reconociendo en todos los casos que son recursos del autor que, a través del estilo o de los caracteres, busca la complicidad imaginaria del lector para provocar su risa. En cualquier caso, el ridículo lo considera un sentido ligado más al gusto que a la razón. Si el concepto de la belleza que nos creamos cada uno de nosotros procede del sentido de la grandeza, la sublimidad o lo bello que poseemos, no puede dudarse de que igualmente el sentido del ríduculo procede de lo que es percibido como tal y, por tanto, tiene una condición subjetiva (p. 56).
El ingenio (wit) es estudiado en el capítulo siguiente. Lo define como una «cualidad de ciertos pensamientos y expresiones» que, en sentido figurado, hace referencia a un talento que poseen algunos hombres pra inventar pensamientos o expresiones ridículas (p. 58). El capítulo siguiente trata sobre la costumbre y el hábito. Preguntarse acerca de la naturaleza humana como ser sensible y que se muestre afectado por la novedad, obliga, según expone Lord Kames, a reflexionar acerca de cómo le afectan las costumbres y los hábitos. La diferencia entre ambos radica en que las costumbres tienen que ver con la repetición de una acción, mientras que el hábito hace referencia a los efectos que esas costumbres tienen en la mente o en el cuerpo (p. 82). Así pues, cualquier placer reiterado en el tiempo generan una conexión entre nosotros y aquello que lo causa.
El volumen continúa con el análisis de los signos externos de las emociones y de las pasiones. Los signos externos de la pasión pueden ser voluntarios o involuntarios y los primeros arbitrarios o naturales. Un signo voluntario y arbitrario es el lenguaje, mientras que la forma en que se expresa es natural, lo cual ha de ser aprovechado en la forma debida por los dramaturgos que, a su vez, se acompañará de la gestualidad necesaria para aumentar su intensidad (pp. 119 y 123). Tras una larga reflexión sobre este asunto, se adentra en el estudio de los sentimientos, los cuales surgen de una pasión o de una emoción. Las pasiones como los sentimientos, no obstante, deben mostrarse con moderación pues solo gobernados por la razón y la consciencia resultan beneficiosos (p. 171). El lenguaje de la pasión y la belleza de lenguaje son tratados en los capítulos siguientes.
En relación a las bellezas particulares del lenguaje considera que estas son de diferentes tipos. Así, la primera de ellas tiene su origen en el significante y, por tanto, en el sonido; la segunda se halla en la significación de las palabras; la tercera procede de la relación de similitud entre el sonido y la significación que puede darse en ciertas palabras y la cuarta se encuentra en la versificación, donde la musicalidad del lenguaje cobra protagonismo. Concluye así el tomo segundo.