Pedro María Olive comenta en esta ocasión la oda que Manuel José Quintana dedicara a la batalla de Trafalgar, que tuvo lugar el 21 de octubre de 1805. Considera de mayor mérito esta composición que las antes comentadas de José Mor de Fuentes y de Leandro Fernández de Moratín. Reconoce no ser una obra perfecta, pero admira el entusiasmo del poeta y su fervor patriótico.
Los doscientos versos quintanianos, como explica Dérozier, resultan «inflamados y de tono parcialmente neoclásico» expresando la aflicción española contra Inglaterra (a).
El poema de Quintana mereció la respuesta de su amigo Juan Nicasio Gallego en su poema «A Quintana. Por su Oda al combate de Trafalgar» (b).
Véase Albert Dérozier, M. J. Quintana y el nacimiento del liberalismo en España, Madrid: Turner, 1978, pp. 251-256. La cita en p. 251.
Ibídem, p. 252.
Descripción bibliográfica
[Olive, Pedro María], «Crítica. Poesía. Oda a los marinos españoles en el combate de 21 de octubre. Por Don Manuel José Quintana», Minerva o El Revisor General, T. II (1806), núm. 4 (14 enero), pp. 29-32.
4º. Sign.: BNE ZR/1269/11.
Cantos Casenave, Marieta, «El Trafalgar literario antes y después de Galdós», en Guimerá, Agustín, Alberto Ramos Santana y Gonzalo Bturón, eds., Trafalgar y el mundo atlántico, Madrid: Marcial Pons, 2004, pp. 347-358.
Dérozier, Albert, Quintana y el nacimiento del liberalismo en España, Madrid:Turner, 1978, pp. 252-253.
Durán López, Fernando, Alberto Romero Ferrer y Marieta Cantos Casenave, eds., La patria poética: estudios sobre literatura y política en la obra de Manuel José Quintana, Madrid: Iberoamericana, 2009.
Marliani, Manuel de, Combate de Trafalgar: Vindicación de la Armada española, Madrid: Impreso de Superior Orden, 1850.
Quintana, Manuel José, Poesías completas, ed., introd. y notas de Albert Dérozier, Madrid: Castalia, 1969.
Tudela Bravo, Rocío, «Hallazgo de un manuscrito de Poesías patrióticas de Manuel José Quintana, Analecta Malacitana, 40 (2016), pp. 37-55.
A las dos composiciones poéticas que anunciamos en los números XXII y XXIII del Tomo I [1], se han seguido muchas, unas sin ningún mérito y otras con bastante y, por lo tanto, acreedoras a que se las anuncie y alabe.
Ocupa entre estas el primer lugar en el orden de la publicacion y diremos también en el mérito, la de don Manuel José Quintana.
Entusiasmado el poeta a la relación del valeroso combate y lleno de amor patriótico, toma la lira anunciándonos el género de composición que las musas destinaron para cantar a los dioses y a los héroes.
Una profunda reflexión filosófica expuesta en buenos versos da principio a esta oda:
No da con fácil mano
el destino a los héroes y naciones
gloria y poder
¡Cuántas veces Roma gimÍó rota y vencida antes de alzarse a la excelsa cumbre en que la vieron las naciones!
¿Quién con funesto estrago
en los campos de Zama el cetro rompe
con qué leyes dio al mar la gran Cartago?
La constancia: ella sola es el escudo
donde el cuchillo agudo
la adversidad embota; ella convierte
en deleite el dolor, la ruina en gloria.
[...]
Para el pueblo magnánimo no hay suerte.
Pensamiento filosófico y profundo, excelente sentencia, concebida y expresada con fuerza.
Rápidamente pasa de aquí el poeta a contemplar el estado de su patria y siente enternecerse su corazón.
¡Oh España! (la dice [sic]) ¡Oh Patria! El luto que te cubre
muestre en tan grave afán tu amarga pena.
Ve en esto al Bretón alzarse en el soberbio alcázar que corona su «indómito navío», y animar a los suyos repitiéndoles que son hijos de Neptuno:
Acordaos de Abukir [2]: solo un momento
llegar, vencer, y devorarlos sea
[...]
El español...
el noble pecho palpitando en ira,
con impávida frente los espera...
Llénase de justa ira, de ardor santo al contemplar la perfidia inglesa.
La noche con su negro manto
envuelve el mundo; sombras espantosas
en torno de los mástiles vagando
estragos, muerte anuncian, y acrecientan
la pavorosa expectación. El día
abre el campo al furor, y horrendo Marte
con clamores de guerra hinche la esfera,
y levanta en los aires su estandarte.
Todo son imágenes muy propias y poéticas, pero sobre todas, a nuestro parecer, aquella de:
Llega el momento, en fin, tiende la muerte
su mano horrible y pálida, y señala
víctimas grandes
Sigue la pintura del combate, encrudécese éste y el entusiasmo del poeta va también en aumento:
Lanzado por la rabia
cunde el fuego voraz, las tablas arden;
un volcán encendido
es cada buque; por los aires vagos
se alza y retumba el hórrido estallido,
y los sepulta el mar. ¿Hay más estragos?
Si que el cielo ominoso a tal porfía
manda a los aquilones inclementes,
separar los feroces combatientes,
y en borrascosa noche hundir el día.
Fríos e insensibles al furor poético seríamos nosotros si pudiésemos detenernos aquí a reparar en defectos, de los cuales algunos parecerán tales, siendo realmente bellezas, y otros más fácilmente podrá conocer y enmendar su autor. Antes de emprender un severo análisis y una crítica rigurosa nos preguntaríamos a solas si seríamos capaces de imitar tales bellrzas y tales defectos.
Se trata de los poemas de José Mor de Fuentes y de Leandro Fernández de Moratín dedicados al mismo asunto.
La batalla de Abukir tuvo lugar en 1799 y fue triunfo de Napoléon Bonaparte frente al intento anglo-otomano de reconquistar Egipto.