Biblioteca de la Lectura en la Ilustración
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Identificación

[Carta anónima contra Trigueros atribuida a Juan Pablo Forner]

Juan Pablo Forner [?]
1791

Resumen

Breve carta publicada en el Diario de Madrid en respuesta a otra aparecida en el mismo diario el 2 de enero de 1791. En ella se menciona la autoría de un texto erróneamente atribuido en la publicación periódica La Espigadera. Este suceso permitió a Cándido María Trigueros acusar al medio de plagio. Se señala la figura de Trigueros como posible falsario y se hace mención a dos composiciones suyas: el poema épico La Ríada (1784) y el poema burlesco Las Majas (1789). La carta es anónima, pero añadió tensión al conflicto Trigueros-Forner al ser firmada con las iniciales J. P. F.

Descripción bibliográfica

F[orner], J[uan] P[ablo], Señores diaristas [Carta anónima contra Trigueros atribuida a Juan Pablo Forner], Diario de Madrid, 1791, número 40 (9 de febrero), pp. 165-166.

 

Ejemplares

Biblioteca Nacional de España

Diario de Madrid, 1791, número 40 (9 de febrero), pp. 165-166.

Cita

Juan Pablo Forner [?] (1791). [Carta anónima contra Trigueros atribuida a Juan Pablo Forner], en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<http://212.128.132.174/d/carta-anonima-contra-trigueros-atribuida-a-juan-pablo-forner> Consulta: 23/11/2024].

Edición

Señores Diaristas

Muy señores míos:

Habiendo leído en el Diario del domingo 2 del pasado enero una carta en que se responde a la duda de D.J.O.T. [1] inserta en el mismo días antes sobre nuestra actual población que fijaba La Espigadera en el discurso sobre el estado eclesiástico diciendo que D. A.U.B. le ha copiado literalmente del original que posee su autor, añadiendo que este es eclesiástico, volví a repasar los números de la tal Espigadera (que todos los he comprado) y abrazan el tal discurso y he hallado que allí no constan tales iniciales A. U. B. ni al principio, ni al medio, ni al fin, de donde resulta que el público por más que se le quiera instruir de su verdadero autor, siempre se quedará con la misma duda; y vamos claro: ¿qué le importa al público que sea Pedro, Juan o Diego su fundador, ni que este o el otro sea el desplumador de los trabajos ajenos?.

Pues es cierto que el discursillo es abonado para que se repelen dos racionales por la gloria de la atribución. Yo combinando circunstancias, esto es, que el verdadero autor, como afirma el postulador de su causa, es eclesiástico, que este tiene sobrada paciencia viendo cómo se despluman sus trabajos, y que este mismo es bien conocido entre los literatos, gregándose el que se personaliza directamente en la tal carta, cosa que ningún sensato ejecuta ni debe ejecutar no sé qué me dicen mis narices. ¿Cuánto va que este paciente varón es el mismísimo que plag[i]ó de matachines con nombre de dioses macarrónicos el fluidísimo Poema de la Riada, o el que nos molió con aquellas cartas que en otro tiempo se insertaron en ese diario sobre los cómicos, o que abortó con setenta navidades el poema bahuno de Las Majas? [2]. Ello es que uno de los tres es, sin duda, porque el estilo de esta carta expostolatoria me huele a sus mal aderezadas menestras. Si alguno de los que me imagino es el autor del discurso, tiene razón de repetir que es suyo y tan suyo que él solo es capaz de hacerlo. En este supuesto (que para mí nada tiene de suposición) yo si fuera el autor callaría, y lo dejaría correr, sin llorar, ni hacer pucheritos, ni menos ostentar ser su verdadero padre, no haga el diantre que el dómine Varetas lo huela, y se desate por la tercera vez, porque a esta dicen que va la vencida. No nos cansemos, Varas es inexorable y fiero perseguidor de menestralistas. Por lo que hace a la expresión de que el autor es conocido entre los literatos, esta merece ser considerada y examinada con atención. El vertedor de esta proposición funda todo el honor de su ahijado en que sea conocido de los literatos, como si este conocimiento fuese suficiente para acreditarle de literato. Sí, por cierto, no hubo literato en la antigüedad, ni le hay entre los modernos que no conozco o no tenga noticia del Poeta Cherilo, ¿pero en qué sentido es conocido de los literatos? ¿En cuanto fue el poetastro más desgraciado, trivial, rastrero, y pedante que el acusado de plagiario se llame Doctor, y que por serlo y hécholo constar se le trate como tal, ni que el literato conocido sea Bachiller nemine discrepante en el concepto del mismo público? Pero esto, ya se ve, puede tener su misterio, esto es una instrucción pueril que no viene al caso. Lo cierto de ello es que el tal atribuido, asombroso plagio, es una impostura manifiesta porque La Espigadera no ha incluido el discurso del estado eclesiástico en el nombre de D. A.U.B. ni en ninguno de sus Espigadores, como puede ver todo el que tenga ojos, lo habrá incluido como uno de tantos papeles que tendrá para llenar sus números, y  hará muy bien en darnos el discurso que el postulador dice sobre los toros, etc. Pero también hará muy bien de examinarlo con más cuidado, porque habiendo sospecha que puede ser su autor el que conoce su propio mérito y se teje él mismo la guirnalda de su sabiduría, puede tener igual éxito que han tenido todas las obras de este inimitable literato, porque su ciencia está enteramente encontrada en el concepto del público.

Lo que más hay que admirar es el padrino, o conducto que ha elegido para anunciar su importante noticia, tanto puede un buen empleo, pero ese es otro punto que merece se trate con separación y en otra cartita. Entre tanto que le remito queda de Vmds. su atento servidor.

J. P. F.

  1. Carta aparecida el 2 de enero en el mismo Diario, sobre la publicación del texto de un eclesiástico en la publicación La Espigadera.
  2. Referencia a dos poemas de Cándido María Trigueros, uno épico y otro burlesco, respectivamente: La Riada (Sevilla: 1784) y Las Majas. Poema chusquiheroico (Madrid: 1789), este último publicado bajo el seudónimo de Melchor María Sánchez Toledo.